Nuestros orígenes y tradición
En Abanico Guijuelo, nuestra historia está profundamente arraigada en una tradición familiar que se remonta al siglo XIX. Somos la cuarta generación que ha dedicado su vida al cerdo ibérico, una pasión transmitida de padres a hijos y nietos.
Todo comenzó con nuestro bisabuelo, quien, junto a sus seis hijos, aprovechó la situación geográfica y climatológica de Guijuelo para contribuir al desarrollo comercial de la región. Participaron activamente en la construcción de la vía ferroviaria conocida como la «Ruta de la Plata», una red vital para el transporte de ganado porcino, que se realizaba en “transfesas”. En aquellos tiempos, las matanzas eran pequeñas y familiares, pero la tradición y el oficio se mantuvieron vivos a través de las generaciones. Sus dos hijos varones crecieron aprendiendo a su lado, preparándose para continuar con el legado familiar.
Nuestra historia
La Guerra Civil de 1936 fue un duro golpe para el desarrollo comercial en Guijuelo, paralizando el progreso y afectando profundamente a las familias. Sin embargo, la tenacidad y el espíritu luchador de los guijuelenses les permitió enfrentar estas adversidades con optimismo y esperanza en el futuro. Poco a poco, superaron los difíciles años de la posguerra, una época marcada por la escasez y el hambre.
En 1940, el negocio familiar pasó a manos de la siguiente generación, cuando mi abuelo asumió las riendas. Con un incansable esfuerzo y una profunda determinación, logró hacer crecer la empresa, adaptándose a los cambios y desafíos de los nuevos tiempos.
Francisco e Isabel, parte fundamental de esta historia, formaron una familia con cuatro hijos: tres mujeres y un varón. Con dedicación, les inculcaron los valores del trabajo duro y les brindaron una sólida formación intelectual y personal, preparando así a la siguiente generación para continuar con el legado familiar.
Uno de los hitos más importantes en nuestra trayectoria fue la inauguración de nuestro propio matadero, el primero de carácter privado en la localidad. Este logro, que contó con la presencia del entonces gobernador civil de Salamanca, nos permitió sacrificar semanalmente una selección de cerdos ibéricos de bellota, criados en las dehesas extremeñas, continuando así con la tradición de calidad que ha definido a Abanico Guijuelo a lo largo de los años.